jueves, 16 de abril de 2009

Ensayo

Piñero Diana

Ensayo: “Jóvenes de hoy, drogadictos, delincuentes, violentos”

“La ceguera también es esto, vivir en un mundo donde se ha acabado la esperanza”

José Saramago, Ensayo sobre la ceguera, Editorial Alfaguara.

Suena el despertador; un rayo de luz entra por un resquicio de la ventana anunciando el nuevo día. Lunes, Ocho de la mañana, feriado. Apago el despertador y luego de un suspiro, me levanto, voy hasta la puerta de entrada, recojo el diario, busco una taza de café. Me siento en la cocina, salteo unas páginas para encontrar la grilla y así comenzar a leer las consignas del juego: 1. Acción de adquirir un conocimiento; 2. Estado de padecimiento; 3. Conjunto de personas que ejercen actos ilegales; 4. Reacción afectiva intensa; 5. Adj.\p enviciados por estimulantes; 6. Adv. En el tiempo o época presentes; 7. Adj. De poca edad; 8. Acción violenta; 9. Tributar sumisión a una persona o poder; 10. Declararse insolvente un comerciante; 11. Efecto de la actividad de una cosa en otra; 12. Hombre y mujer (pareja) con respecto a sus hijos; 13. Obrar para causar algún daño, embestir; 14. Cantidad de un producto o servicio requerido; 15. Tomar parte en cierto asunto o actividad; 16. Asociación de personas que colaboran en trabajos comunes.

Luego, empiezo a completar las definiciones con las palabras que se me van ocurriendo poco a poco. Supongo que esta vez me toco un juego fácil. Pero de pronto, sin previo aviso, las palabras, antes simples conjunto de letras, comienzan a tomar significados diferentes, se mezclan, y hacen eco hasta ocupar por completo mis pensamientos, “uf! y pensar que hace un rato solo era una sencilla búsqueda de sinónimos”, me digo a mi misma.

Todo esto empieza a suceder como si las palabras quisieran decirme cuan injusto es que las utilicen de esa manera, tan general, tan absolutista, tal vez ellas también tienen algo para decirnos, algo claro está, mas allá de lo que aparentan.

Casi sin darme cuenta voy repensando y refutando cada una de las definiciones antes mencionadas, dándoles una y otra vuelta, buscando demás definiciones posibles para cada palabra que iba encontrando. Me voy dando cuenta de que existen sutilezas y extrañas coincidencias entre las palabras, sinónimas y antónimas, como si el significado “real” dependiera de quien se sienta con el diario a completar la grilla. Al mismo tiempo voy sintiendo en el cuerpo la sensación cruel del juego en el que me he involucrado ¿inocentemente?, las palabras se bifurcan, se pierden, van y vienen, se escuchan y se hablan. Y nos atraviesan, necesariamente, nos golpean, es posible así trasladar este simple juego a la cotidianeidad, el juego, entonces, se transforma en un reflejo de una conducta. Tengo la sensación de haber sentido alguna vez el golpe de ciertas palabras, el dolor de no ser escuchado, la injusticia.

Probablemente por la distancia que hay entre aquellas palabra y yo, por la supuesta inocencia de un juego no tan inocente (valga la redundancia) haya podido problematizarlas.

Que fácil que es señalar un problema, categorizarlo, definirlo, buscarlo en el diccionario, hablar de el en reuniones en los diferentes ámbitos a los que generalmente recurrimos o frecuentamos, pensarlo en soledad, o acompañado, pero se necesita mucho más valor y motivación para no estar ciego, para no estar muerto en vida, para no etiquetar ni buscar nombres, para escuchar (inclusive lo que un juego tiene para decir), es decir, para poder sentir en el cuerpo lo que produce determinado problema, y surja tal motivación que se encienda como un motor y de esa manera provocar un movimiento sustancial para cambiar, para intervenir en dicho problema, y buscarle la vuelta, el otro significado, la otra cara, a pesar de que se crea quizás que ese problema ya está instaurado en nuestra sociedad. Sobre todo para que no nos gane la desesperanza, creo que sería una buena manera de comenzar.

Quizás si cambiáramos de lugar, digo, si me pusiera del lado de la palabra esta vez, si nos mezcláramos un poco, si tomara un poco de ellas para mí y les dejara algo mío a cada una de ellas quizás así podría dejar de definirlas de manera absoluta con una determinada palabra, capaz solo así podría dejar de defenderme de ellas depositándolas en el afuera, negándome a no tener nada que ver con ella, y por otro lado, irónicamente, acentuando mi identificación con ellas. Aunque, para ser realista, con esta propuesta debería aceptar mi derrota frente al juego, no creo que después de todo me siga gustando la grilla como antes.

Vencida por los pensamientos decidí salir, ir a caminar a ningún lugar en especial, para tomar un poco de aire.

Camino por la acera, voy disfrutando de la vista que me ofrece el día. La gente que camina por la misma vereda parece estarlo disfrutando también, no parecen haber jugado a la grilla esta mañana.

En una esquina, bien por encima de los edificios, resalta una publicidad enorme, reluciente, muchos colores, que me dice que si tengo determinado cosa me voy a sentir mejor, voy a encontrar la felicidad, me resulta bastante simpático; sigo caminando. En la cuadra siguiente, a mitad de cuadra para ser exacta, puedo observar otra publicidad que no coincide con la anterior, esta reza que si uso la marca X ahí sí que voy a ser feliz y mis problemas se van a resolver seguramente. Pienso “pobre, ella no puede ser consciente de que tiene competencia en la cuadra anterior (su esencia la condena)”, me marea la decisión, me genera malestar, nausea… ¿Qué hago? no tengo plata para saber cuál de las dos tiene razón, ¿así que no me queda otra que ser infeliz?

Luego de unos instantes de angustia, de sentir la nada misma, me reconforta un pensamiento, una idea, se me ocurre que estaría bueno hacerme cargo de mi felicidad, como también de mis problemas, aunque no me quede otra.

Se me cruza por la cabeza, no sé porque la grilla que antes estaba completando, y así nomás, se me ocurre una idea original.

Vuelvo a casa, me siento en la cocina, tomo el diario, me salteo unas páginas y para buscar el juego nuevamente que tanto trabajo mental me había dado, aunque ahora ya no me parece tan simple como antes. En una hoja en blanco pongo las palabras que habían resultado de las definiciones, y a la par comienzo a buscar otras que podrían significar lo mismo, luego comienzo a pensar otras definiciones que concuerden con esas palabras, y de esa manera voy confeccionando una grilla paralela.

Luego de finalizar, tomo la grilla paralela y la coloco en un sobre, con una nota explicando la crueldad que habían cometido con aquellas pobres palabras al encasillarlas, y que en su defensa, yo, había creado otras posibilidades de significados que tranquilamente podían funcionar con las palabras que ellos habían elegido en esa edición. Al dorso del sobre coloco la dirección de la imprenta del diario en cuestión y los demás requisitos que se necesitan, corro al correo de enfrente y deposito, ahora realmente feliz, el sobre en el buzón.

Fin.