lunes, 8 de diciembre de 2008


Se abre una puerta, la madera rechina, se estremece como si estuviera a punte de quebrarse, al limite, pero no se quiebra., se trata de una casa bastante vieja. La puerta se abre lenta y pausadamente, con precaución pero continuadamente. Uno o dos segundos después se pueden persivir pasos, tímidos, que se suceden uno detrás del otro, sucesivamente, cuyo sonido se va haciendo cada vez mas pesado a medida que se acercan al centro de la habitación. Abruptamente, por una serie de movimientos que no vienen al caso describir, un interruptor sube y así, una luz se enciende. Ahora la pieza se encuentra completamente iluminada, de un blanco espeso, denso, con una intencidad enceguecedora. El color penetra tanto que paraliza al actor en cuestión por unos segundos (mas de cinco), hasta que el irremediable reflejo de parpadear, producto de la inteligencia de nuestros instintos mas arcaicos, le permite salir, escaparse del colapso, y así, posibiltando una secuencia de maniobras, nuestro protagonista logra formar con la mano una especie de visera, produciendo sombra, y por fin, calmar en cierto grado el malestar producido.

Sin embargo, la luz sigue allí, permanece intacta, pasiente y dispuesta a causar el malestar conocido en todo su potencial, quizás no conocido, así se hace irremediablemente necesario la presencia de un otro que pueda hacer aquello que nuestro protagonista no pudo lograr. ¿Quien se atreve?

Dia!!!